FILM FATALE

FILM FATALE 
MARTIN SICHETTI
CURADURÍA FLORENCIA QUALINA
12 MAR. — 20 ABR. 2019

VISTA DE SALA

Ph. Ignacio Iasparra

obras

Máscara, serie Fatale, 2018

Martín Sichetti

Dibujo, lápiz y pastel sobre papel
30,5 x 45,5 cm

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Radio, serie Fatale, 2018

Martín Sichetti

Dibujo, lápiz y pastel sobre papel
41 x 54,5 cm

Secreto, serie Fatale, 2018

Martín Sichetti

Dibujo, lápiz y pastel sobre papel
30,5 x 40,5 cm

Espejo, serie Fatale, 2018

Martín Sichetti

Dibujo, lápiz y pastel sobre papel
50 x 70 cm

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Tratamiento I, serie Fatale, 2018

Martín Sichetti

Dibujo, lápiz y pastel sobre papel
31,5 x 50 cm

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Tratamiento II, serie Fatale, 2018

Martín Sichetti

Dibujo, lápiz y pastel sobre papel
30,5 x 40,5 cm

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Mr. Wilson, serie Fatale, 2018

Martín Sichetti

Dibujo, lápiz y pastel sobre papel
33,5 x 50 cm

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Final, serie Fatale, 2018

Martín Sichetti

Dibujo, lápiz y pastel sobre papel
30,5 x 40,5 cm

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Descend, serie Fatale, 2018

Martín Sichetti

Dibujo, lápiz y pastel sobre papel
43 x 70 cm

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Paranoia, serie Fatale, 2018

Martín Sichetti

Dibujo, lápiz y pastel sobre papel
29,5 x 40,5 cm

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1091 Rue La Fleur, serie Fatale, 2018

Martín Sichetti

Dibujo-collage, lápiz, pastel, papel y terciopelo
30,5 x 40 cm

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Para ser otro, serie Fatale, 2018

Martín Sichetti

Dibujo-collage, lápiz, marcador y papel sobre papel
30,5 x 50 cm

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#39 Strangesrs II, serie Fatale, 2018

Martín Sichetti

Dibujo, lápiz y pastel sobre papel
31,5 x 50 cm

Rowena, 2018

Martín Sichetti

Video. 55”
Edición de 3 + 2 P.A.

Drink it!, 2018

Martín Sichetti

Video. 36”
Edición de 3 + 2 P.A.

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Café, 2018

Martín Sichetti

Video. 18”
Edición de 3 + 2 P.A.

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Máscara, 2018

Martín Sichetti

Video. 29”
Edición de 3 + 2 P.A.

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TEXTO

Detour. Llaves, máscaras y cicatrices.

El cine negro es el corazón de Film Fatale. A través de un extenso cuerpo de películas que orbitan en el universo noir, Martín Sichetti crea un mundo habitado por personajes desesperados, heridos, al borde del crimen; cada imagen revela el momento de quiebre, y es irreversible. El cine negro no podría definirse como un género, más bien es un espíritu de habla lacónica que se despide siempre con la mejor frase: “Alright Mr.Demille, I’m ready for my close-up.”, “Todo el mundo es el tonto de alguien”. El alma noir es cierta atmósfera que posee a las mujeres que desean deshacerse de sus esposos; los delitos instigados por el rencor – el resentimiento por la pérdida de la juventud es una energía poderosa – ; el pasado volviendo como un fuego que estraga todo. El destino es generalmente infausto y se revela cuando el amor, la última promesa de redención, resulta una trampa artera o el plan de dar el gran golpe y empezar de nuevo, en otro lugar, con otra identidad, fracasa. A veces un derrumbe semejante puede causar una tímida sonrisa, por ejemplo la que llega con las últimas palabras de James Cagney antes de la explosión en White Heat: Made it to the top of the world, Ma!

El ánimo de Film Fatale, por momentos, coincide con la observación que Joyce Carol Oates hace de Marilyn Monroe en Blonde: “la Actriz Rubia se había convertido en una escéptica. Una persona escéptica es una persona melancólica. Una persona melancólica provoca hilaridad”. Comicidad sombría es la que causa la tarjeta rota 1091 Rue La fleur, la dirección de la mansión donde Lisle “SIEMPREVIVA” Von Rhuman administra con recelo su poción mágica de la juventud eterna. También el cigarrillo apagado en un frasco de crema, y los gestos de la vampiresa que lo aplasta.

La teoría sobre el film noir señala su raíz en el cine expresionista alemán, al servirse de violentos contrastes de luces y sombras, la noche como escenario narrativo y la centralidad de los conflictos de índole sexual, representados como una fuerza arcaica, devastadora e inmanejable. Es posible que Film Fatale, con su monopolio absoluto del blanco-negro y un pathos concentrado en rostros y manos opere, efectivamente, en el dominio expresionista; también afín a él es este mundo gobernado por la desmesura. Martín elige cuidadosamente otro tiempo, situado a mediados del siglo XX, para narrar una historia sobre las pasiones que implican en partes iguales fulgor y decadencia.

Florencia Qualina

ARTISTAS

LO FIRME EN EL CENTRO ENCUENTRA CORRESPONDENCIA

LO FIRME EN EL CENTRO ENCUENTRA CORRESPONDENCIA

Exhibición colectiva

17 ene. — 17 feb. 2017

VISTA DE SALA

Ph. Ignacio Iasparra

OBRAS

Bad cover version, 2012

Catalina Schliebener

13 novelas románticas dentro de caja acrílica, 13 fotografías sobre foam
Medidas Variables

Sin título (melancolía), 2016

Diego Figueroa

Acrílico sobre papel
50 x 38 cm

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Sin título (melancolía), 2016

Diego Figueroa

Acrílico sobre tela
96 x 76 cm

Sin título. Serie Agujeros negros, 2016

Elena Loson

Impresión giclée sobre papel de arroz
93 x 65 cm

No me dejes, 2016

Gilda Picabea

Óleo sobre tela
100 x 190 cm

Experiencia ajena 1, 2010-2013

Eugenia Calvo

Video
Duración 2´14´´
Edición 1 de 4 + 1 P.A.

Poweful lessons, 2016

Eugenia Calvo

Alfombra en estructura de hierro
2 x 40 x 400 cm

Dine, 2010-2018

Ivana Vollaro

Fotografía digital
30 x 21 cm
P.A. + Edición de 5

Klein, 2010-2018

Ivana Vollaro

Fotografía digital
30 x 21 cm
P.A. + Edición de 5

Morris, 2010-2018

Ivana Vollaro

Fotografía digital
30 x 21 cm
P.A. + Edición de 5

Atleta, 2012

Leila Tschopp

Acrílico sobre tela
150 x 150 cm

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Monocromo rojo, 2012

Leila Tschopp

Acrílico sobre tela
150 x 150 cm

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Pommard. Serie Notorious, 2016

Martín Sichetti

Lápiz y pastel sobre papel
58 x 47 cm

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Ingrid. Serie Notorious, 2016

Martín Sichetti

Lápiz y pastel sobre papel
48 x 38 cm

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Tacita. Serie Notorious, 2015

Martín Sichetti

Lápiz y pastel sobre papel
20 x 15 cm

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Unica. Serie Notorious, 2013

Martín Sichetti

Lápiz y pastel sobre papel
24 x 33 cm

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Pescada, 2016

Sofia Quirno

Acrílico, óleo collage sobre papel
107 x 85 cm

Sueño de gallo, 2016

Sofia Quirno

Acrílico y óleo sobre papel
103 x 78 cm

Sin título, 2005

Santiago García Sáenz

Óleo sobre tela
66 x 116 cm

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Sin título, 1996

Santiago García Sáenz

Óleo sobre tela
79 x 95 cm

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artistas

MICROFILMS

MICROFILMS

MARTIN SICHETTI

1 NOV. — 17 DIC. 2016

VISTA DE SALA

Ph. Ignacio Iasparra

OBRAS

Psycho. Serie Retratos de familia, 2016

Martín Sichetti

Lápiz y pastel sobre papel
80 x 120 cm

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Vertigo. Serie Retratos de familia, 2016

Martín Sichetti

Lápiz y pastel sobre papel
80 x 120 cm

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Marnie. Serie Retratos de familia, 2016

Martín Sichetti

Lápiz y pastel sobre papel
80 x 120 cm

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Rope. Serie Retratos de familia, 2016

Martín Sichetti

Lápiz y pastel sobre papel
80 x 120 cm

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Sexual Aberrations of the Criminal Female. Serie Stills, 2016

Martín Sichetti

Dibujo-collage, lápiz, pastel y dorado a la hoja sobre papel
18,5 x 34,5 cm

Egg. Serie Microfilms, 2016

Martín Sichetti

Video. 15”
Edición 1 de 3 + P.A.

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Key. Serie Microfilms, 2016

Martín Sichetti

Video. 15”
Edición 1 de 3 + P.A.

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Ring. Serie Microfilms, 2016

Martín Sichetti

Video. 15”
Edición 1 de 3 + P.A.

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Milk. Serie Microfilms, 2016

Martín Sichetti

Video. 10”
Edición 1 de 3 + P.A.

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CHKN. Serie Queer Noir, 2016

Martín Sichetti

Video. 43”
Edición 1 de 3 + P.A.

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The Shower. Serie Queer Noir, 2016

Martín Sichetti

Video. 2′ 53”
Edición 1 de 3 + P.A.

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TEXTO

Éxtasis en suspenso

Ser voyeur del cine de Alfred Hitchcock es una de las perversiones que puede justificar no solo la Historia del Cine sino todo el Siglo XX. Cuando en The Lodger (1927), la primera película en la que el director hace su habitual cameo, Hitchcock convierte en cristal el techo de una casa para que podamos espiar a su inquilino, el ojo del director se vuelve cámara sin límites, que atraviesa todo para poder crear esa visión ideal que funda un cine en el colmo de la pulsión escópica (si me permiten decirlo en jerga lacaniana, que según Žižek es la que hablan las películas de Hitchcock). Como un espía virtuoso, como un cinéfilo ultrafetichista, Martín Sichetti redobla esa apuesta voyeur: su obra es un caleidoscopio de remakes de encuadres y objetos hitchcockianos, reproyectados por un espía microscópico.

Los dibujos y videos de Sichetti tienen, como primer prodigio, la capacidad de capturar y magnificar la calidad visual de la marca hitchockiana: cada obra reimprime esa elegancia magnética y pérfida que llevan a la pesadilla, incluso a la hipnosis, ese gusto por lo glam onírico que tienen películas como La llamada fatal (1954) y Vértigo (1958). Pero si, como decía François Truffaut, Hitchcock fue el primer cineasta que incluyó realmente al espectador en el juego cinematográfico a partir de las reglas del suspense, los cuadros de Sichetti ubican los dibujos como casilleros de un tablero, donde lo lúdico entra como ilusión óptica, recorrido visual donde la mirada se fracciona entre la reminiscencia y la extrañeza, como el ojo suturado por la tijera que Salvador Dalí crea para Cuéntame tu vida (1945), esa fusión de psicoanálisis y surrealismo que Hitchcock alucinó con su lucidez de modernista pop.

Microfilms también plantea un retorno a un momento germinal de la sensibilidad hitchcockiana, muy olvidado por críticos e historiadores: en su juventud, el futuro cineasta se anotó en la carrera de Bellas Artes de la Universidad de Londres, para aprender dibujo, y comenzó a trabajar en el área de publicidad de una empresa de electricidad, dibujando anuncios de los cables eléctricos. “Este trabajo me acercaba al cine, o más exactamente, a lo que yo iba a hacer pronto en el cine”, recuerda Hitchcock, que ofreció sus dibujos para ilustrar los intertítulos del cine mudo y así inició su carrera en la industria cinematográfica. Luego, a partir de su relación con el storyboard y del pensamiento gráfico, el dibujo siguió en la base del arte del maestro del suspense, llegando a su punto más alto en dos pesadillas, la creada por Dalí citada más arriba y la dibujada por John Ferren (tal vez con ayuda del titulista Saul Bass) en Vértigo. Los dibujos seriales de Sichetti podrían ser sueños o alucinaciones de personajes de Hitchcock o, incluso, imágenes mentales de cualquier espectador hechizado por La sospecha (1941), Para atrapar al ladrón (1955) o Marnie (1964).

Y como si estas operaciones no fuesen suficientes como intervención en el mundo de Hitchcock, la obra de Sichetti mete la daga en la llaga queer de películas como La soga (1948) y sus amantes homosexuales asesinos, y Psicosis (1960), con su esquizofrenia travestida. Combatido por las organizaciones de la diversidad sexual por representar negativamente identidades no hegemónicas, el placer queer en el cine de Hitchcock fue reivindicado en las últimas décadas, con hitos como la remake de Psicosis de Gus Van Sant y el ensayo postfeminista sobre Los pájaros de Camille Paglia. Y ahora por los reencuadres de Sichetti: en el remolino rubio de un peinado, en el destello encandilado de la hoja de un cuchillo, en el alucinado vaso de leche envenenado o en la perfecta ventana falsa de un decorado, hay siempre un brillo como lugar de resistencia glam y drag, donde se asume lo inverosímil como el reverso de lo idéntico (o de la identidad), y lo imaginario como nueva trampa para el ojo voyeur. Esa misma proeza que construye las películas de Hitchcock y que potencia la mirada de Sichetti: convertir a la imagen en el deseo en tensión de un éxtasis en suspenso.

Diego Trerotola

artistas