LA TAREA
GABRIEL BAGGIO
MUSEO FRANKLIN RAWSON, SAN JUAN
8 jul. — 10 SEP. 2022
VISTA DE SALA
Ph. Ina Estevez Fager
OBRAS
Injerto de aproximación lateral, 2011
Gabriel Baggio
Cerámica esmaltada y dorado a la hoja
60 x 80 x 7 cm
P. A. Edición única
Las herramientas de Julio, 2014
Gabriel Baggio
Cerámica esmaltada con lustre de platino
110 x 140 x 10 cm
Edición 3 de 3 + P.A
Worked Pop, 2018
Gabriel Baggio
Quemaduras, restos de soldadura y estaño sobre tela de remera
75 x 60 cm
Worked Pop, 2018
Gabriel Baggio
Quemaduras, restos de soldadura y estaño sobre tela de remera
46 x 34 cm
Worked Informalism, 2018
Gabriel Baggio
Quemaduras, restos de soldadura y estaño sobre tela de remera
53 x 48 cm
Fabers, 2018
Gabriel Baggio
Cerámica esmaltada, lustre de oro, restos de zinc y estaño
5 x 15 x 10 cm
Clavel del aire, salvia guranitica y flor de la tarde, 2018
Gabriel Baggio
1 mt2 de piso calcáreo y chapa de zinc
100 x 100 cm
Las herramientas de Moisés, 2018
Gabriel Baggio
Cerámica esmaltada con lustre de oro
150 x 200 cm
Edición 1 de 3 + P.A.
La tempesta. Giorgione – Dotto – Baggio, 2011
Gabriel Baggio
Gouache sobre papel
60 x 50 cm
TEXTO
La mano inteligente
Somos portadores de usos, artefactos y tecnologías. Nuestros cuerpos las reciben y a ellas se amoldan, acudiendo a redes de las que disponemos en cualquier espacio y tiempo. Es difícil imaginar que desde el interior de la red pueda gestarse resistencia. Y sin embargo ¿dónde radica el afuera? El afuera se repliega. Afuera es el lugar que no tenemos, una experiencia inédita. No la tenemos, pero somos su morada. No es allá lejos en el espacio, no es el margen ni la retirada. El afuera se torna lo más íntimo, lo más doméstico, lo más corporal y recóndito, lo inseparable de uno mismo. Intrínseco y a la vez, completamente transitivo. Fluye de unos a otros. Como deseo, como agua.
Los objetos guardan la mirada del tiempo en el que fueron hechos, la experiencia que los ha forjado. Piedra, cobre, rastrillo. Bandeja, mantel, tejido, receta. Indicios del deseo que puja, de los cuerpos que se niegan a desmembrarse. El contacto imprime una huella que otro tiempo recoge y vivencia, y hay quien los rastrea testarudamente, con el afán de atraparlos y retenerlos en una forma que perdure. Aun sabiendo del fracaso de la forma, con la alegría de fracasar otra vez. Se escurren, viven silenciosos a nuestra escucha hasta ser nombrados. Y al nombrarlos al fin se los retiene. En esa forma renacen y nos trascienden. No caen al museo inmóvil o al archivo muerto, pues una trama se extiende sinuosa hasta perderse, a la espera de otro que se acerque y converse. En el encuentro, los ojos que reciben la mirada guardada, la hacen huir del objeto. Liberan la experiencia que escapa otra vez en el rescate y se encarna en una nueva vivencia. Otro objeto la habita, otro rastro. Sin manos obradoras, los objetos olvidarían la palabra.
Julio de 2016
Daniela Drucaroff y Gabriel Baggio.