El presente ensayo expositivo se centra en el extrañamiento de la imagen en tanto entelequia^[1] que elige vedar su visualidad unívoca. Observamos las operaciones de una forma que se retira de sí para reconocerse en un desdoblamiento continuo, incitado por las ejecuciones de su creadora Elena Loson. La práctica de la imagen atraviesa diversas investigaciones en torno a sus proyecciones múltiples. Desea habitar sus líneas, sus pliegues, sus latencias; un pensamiento, una fuerza, un espectro. La imagen es un método orientado hacia la aparición de sus instantes privilegiados. Instantes que han descubierto su medio actualizante en los corredores de la galería Hache.

La sala se concibe como el doble fantasmático del taller, allí donde acontecen “los momentos de no existencia” (palabras de la artista). Procura simbolizar la experiencia de la percepción solitaria, las revelaciones súbitas, la memoria de una obra o todos esos sucesos particulares de cuando la ejecutante entraña y desanda los cristales de su forma. El espacio es una suerte de dispositivo memorial que eterniza el autorretrato de Elena, que no es otra cosa que cada una de sus imágenes abstractas.

 
En su conjunto, las piezas de Oscuro sobre sí indagan en la materialidad como especificidad significante, situando a la oscuridad y la luz en el centro de la conversación. Las obras aquí reunidas trazan una sólida conciencia sobre un dispositivo signado por la repetición y la serialidad, atravesado por la experimentación de un corpus acotado y preciso. Son el grafito en polvo, el papel diamante, la tinta grafito, la tinta azul Prusia y su saturación hacia el oscuro. La esencia de la imagen y sus variaciones sutiles se comprenden por medio del acto cíclico y estructural. La imagen -o el aparecer- se emplaza como ritmo vital que marca la íntima relación entre la materia y el cuerpo, siendo la huella de un gesto directo del pulso presente. Oscuro sobre sí es la hendidura para una ficción posible o la dimensión naciente de cuando la óptica se extravía y el espíritu enmudece.

Malena Souto Arena.

^[1] Entelequia: La entelequia tiene su origen en la palabra griega ἐντελέχεια (entelékheia), combinación de enteles (‘completo’), telos (‘fin’, ‘propósito’) y echein (‘tener’). La palabra fue concebida por Aristóteles, siendo posible traducirla como ‘tener el fin en sí misma’. La entelequia es un tipo de existencia en el que el ser o la cosa – entidad material o inmaterial, concreta o abstracta- trabaja activamente en sí misma. Persiste en la realización de un fin. A través de la entelequia el objeto o sujeto conoce sus potencialidades, por lo tanto, descubre la perfección. La perfección no se refiere al estadio máximo de las cualidades particulares. Es la búsqueda per se de los atributos que exaltan su singularidad, ante la cual se encuentra naturalmente predispuesta.

Echar luz
Pensar una forma
La mente de la forma
Pliegue-piel
En silencio o la imagen posible de todas las imágenes
Lo posible suspendido
Lo posible y espontáneo
El dibujo, una línea en el tiempo
Dibujo en eclipse
Dibujar, ocupar un territorio
El horizonte que se desplaza en el dibujo
Un horizonte que se desplaza en la imagen
Nadie es extranjero de su propia imagen
Un abismo demasiado próximo
El cristal de la memoria
Lo particularizante
Superficie de inscripción
Invoca su-la ausencia
Una frontera azul
Alguien mirará
Vacío nocturno, cenital
Nunca se apaga, la oscuridad
Cesación de la imagen: la materia
El universo puede ser finito
Sueño en azul y gris
Y los otros azules oscuros
Hacer aparecer, la nada
Sobre sí
Oscuro sobre sí.

Fragmentos de una correspondencia entre Elena Loson & Malena Souto Arena iniciada en julio de 2022.