JURO QUE TODO ESTO SUCEDIÓ EN UN DÍA. OBRAS 2010-2024
FLORENCIA BÖHTLINGK
CURADURÍA ALEJANDRA AGUADO
MALBA PUERTOS
20 SEP. 2025 — 8 MAR. 2026
VISTA DE SALA
OBRAS
Las palabras son imágenes, 2020
Florencia Böhtlingk
Acrílico y óleo sobre tela
173 x 228 cm
TEXTO
Florencia Böhtlingk
Juro que todo esto sucedió en un día
Obras 2010—2024
“Quiero contar todo, sin moverme”, escribió alguna vez en sus diarios Florencia Böhtlingk (Buenos Aires, 1966). Esta expresión del sentimiento de urgencia que la ha llevado a descifrar y registrar permanentemente la vida, impulsada por una capacidad de asombro y un afán pictórico inagotables, es uno de los ejes que hilvanan las más de noventa obras que forman parte de esta exposición. Producidas entre 2010 y 2024, acuarelas y pinturas ofrecen una visión panorámica de un estilo único que combina geometría y gestualidad, y en el cual se multiplican imágenes que funden el paisaje y los hábitos individuales y sociales para dar cuenta de la vida en la ciudad de Buenos Aires y la ribera del Río de la Plata, por un lado, y la selva misionera, por otro.
La obra de Böhtlingk es resultado de la fuerza con que la sedujeron tanto la pintura, cuyo encuentro ella describe como un “flechazo”, como la naturaleza, que a principios de los noventa la deslumbró cuando llegó con amigos a Misiones en busca de los Saltos del Moconá. El desafío, en ese momento, fue cómo plasmar una realidad que superaba las fantasías que hasta entonces había llevado a la tela, en las que extraños fragmentos vegetales yacían sobre fondos luminosos o en las que resonaba la idea de un paraíso perdido y, por eso, inexistente. Ante la vista irrefutable de la selva, sin embargo, el imperativo de capturar aquel paisaje resultaba frustrante. Fue la toma de conciencia de que la práctica pictórica podía separarse de la representación naturalista y buscar en sus propios códigos otro modo de ser fiel a lo real, lo que le permitió empezar con convicción el largo recorrido con el que nos encontramos hoy. Una aventura en la que abordar lo real puede ser, en palabras de la artista, pura fantasía.
Los motivos se hicieron presentes enseguida: la vista de los montes y el cielo triangular que se apoya entre las laderas, el zigzagueante camino de tierra roja y el salto de agua. Pronto, también, aparecieron quienes habitan ese territorio —las bandadas de pájaros, los vecinos, los amigos, la artista— y un nuevo entorno: las reservas frente al Río de la Plata y las islas del Delta, sus arroyos, sus rituales, y ella, junto a sus colegas, entregada, de nuevo sin moverse, a pintarlo todo. Con el color y el dibujo como disparadores, los elementos de sus obras fueron organizándose según un juego de encastre que, al anular la perspectiva y la jerarquía entre figuras, así como entre figuras y fondo, le permitieron ir acomodando sin distinción los materiales de la existencia diaria y llevar a cabo una contabilidad emocional de todo lo que la rodea.
Ese es el desafío desde entonces: que la pintura funcione como un reto plástico para descifrar la realidad, a la vez que como una crónica —costumbrista y cartográfica— de lo cotidiano, en la que este se revela como una sucesión de acontecimientos deslumbrantes, aunque no libre de tensiones. “Juro que todo esto sucedió en un día” no sólo es una afirmación que Böhtlingk pronuncia frente a los incrédulos, sino el testimonio de que el trabajo artístico, motivado por la insistencia y la emoción, puede ser una llave para descubrir, en lo habitual, lo particular y el infinito.
—Alejandra Aguado, Curadora





