Ideas en mente
DANI UMPI
curaduría rodrigo barcos
el gran vidrio
córdoba, ARGENTINA
6 mar. — 15 may. 2020
VISTA DE SALA
OBRAS
Los epistolares I, 2017
Dani Umpi
Collage de papel sobre muro
190 x 277 cm
04. Serie Duendadas, 2019
Dani Umpi
Collage sobre papel
46 x 32 cm
TEXTO
Prólogo
Para los simbolistas franceses, el mundo era un misterio a descifrar en el cual todos los objetos sensibles tenían relaciones ocultas. Estas ideas fueron tomadas de la teoría que desarrolló Baudelaire, en la que proclamaba que entre sonidos, colores, perfumes y sensaciones existían conexiones llamadas correspondencias, las cuales sólo el poeta podía entrever. El poema “Vocales” de Rimbaud publicado en 1883 es un buen ejemplo, en el cual el autor establece un color específico para cada vocal.
El símbolo da pie para que a través del mismo, podamos introducirnos en un segundo significado, que no por oculto, deja de existir. Pero no hay que confundir simbolismo con la heráldica o con cualquier sistema de signos cuyos significados está pre-establecido.
Se trata de algo mucho más sutil y misterioso. Más cercano al esoterismo que a una ciencia exacta, el sistema de relaciones que despliega Dani Umpi en sus obras funde y transforma lo popular, en singular. A través del desmontaje de revistas de tiradas masivas nos introduce en un código nuevo, versátil en su forma y críptico en su lectura. El color es una posible guía para atravesar este universo en donde los textos invaden lo plástico y las imágenes lo sonoro. Umpi puede ubicarse en una genealogía de artistas alquimistas, como Liliana Maresca o Víctor Grippo. Un alquimista del lenguaje: Rumore chimico. Fórmula mágica.
Conocimiento situado
Uno de los aportes teóricos más importantes de Donna Haraway a comienzo de los años noventa tuvo que ver con una postura crítica sobre el conocimiento y los objetos de estudio. Haraway afirma que ningún conocimiento está desligado de su contexto ni de la subjetividad de quien lo emite. Es decir, el conocimiento siempre será parcial y situado.
Este concepto crítico sobre el conocimiento – o producción– situada nos sirve para pensar la categoría queer en relación a nuestro contexto latinoamericano sin caer en operaciones coloniales o lecturas superficiales. Entendiendo lo queer como todo aquello que escapa a la cultura heterosexual normativizante, la operación que hizo el colectivo LGTB Q+ sobre el insulto “queer” convirtiendo la injuria en una bandera política, traducida a nuestro contexto pierde algo importante: La cuestión oral. La desterritorialización de esta palabra sublevada en su orígen vacía la potencialidad sonora que carga su oralidad, vaciandola así también de su contenido político.
En este sentido la obra de Dani Umpi resuena en nuestro contexto encargándose de recuperar esas potencialidad política perdida. Es necesario ubicar su obra en un sitio específico: el territorio rioplatense. El mismo lugar donde Néstor Perlongher varias décadas atrás acuñó un estilo denominado “neobarroso” en el que según él, se fundía el estilo barroco con el barro del Río de La Plata.
Esta constelación planteada por Perlongher logró conglomerar ciertas literaturas menores que pusieron en fuga a las formas canónicas de la literatura de los años 80.
Uno de sus grandes exponente fue Manuel Puig, quien reivindicó el registro oral. Su segunda novela Boquitas Pintadas (1969) está construída como un rompecabezas discursivo, en el cual experimenta con diferentes lugares de enunciación: el diálogo directo entre personajes, el diálogo telefónico y los monólogos se mezclan con el discurso policial, periodístico y religioso. La función poética del lenguaje le da lugar a un lenguaje que remite a instancias cotidianas y a un uso que responde a la llamada cultura popular. Los collages que realiza Dani Umpi parecen estar acompañando a Puig en esta dirección. Ambos se nutren del registro del chisme. SI logramos atravesar la primer lectura cromática de sus collages, nos encontramos con que las letras pegadas de una manera obsesiva tienen una correlación y constituyen conversaciones legibles y reales.
Hacia fines de los sesenta, cuando Puig publicó boquitas pintadas en Argentina, en Brasil Hélio Oiticica empezó a vincularse con las favelas de Mangueiray donde participó de la escuela de samba local y trabó varias amistades. Esta experiencia tuvo un gran impacto en su producción, expandiendo su investigación sobre el color e interesándose sobre la intersección entre el arte y la vida. Esto lo llevó a producir sus obras más radicales y conocidas: Los Parangolés. Con telas baratas, sintéticas, plásticos y sogas crea una serie de capas para ser usadas y activadas por el cuerpo humano a través del baile.
Las palabras también tuvieron un papel fundamental en esta obra. Mensajes poéticos y políticos eran introducidos por Oiticica en estas capas como forma de resistencia a la dictadura militar que padeció Brasil a partir de 1964. Las obras de esta exhibición también son herederas de esta tradición y asumen toda su fuerza. Dani Umpi trasviste los géneros y las disciplinas, afirmandonos la importancia del color y del movimiento.
La experiencia queer en términos locales tiene que ver con un posicionamiento y con un modo de hacer. Una reivindicación de cierta identidades que escapan a la tradicional.
Lo interesante del trabajo de Umpi es que trabaja con arquetipos locales pero no termina de encasillarse en uno. Su trabajo oscila entre la figura de las mostras, los duendes, las maricas, lo drag, la figura del clown. Por momentos rosa, por momentos oscura, por momentos tropical, pero siempre en expansión.