Esta noche no
DIEGO FIGUEROA
CENTRO CULTURAL DE ESPAÑA
BUENOS AIRES, ARGENTINA
7 JUL. — 4 SET. 2009
VISTA DE SALA
obras
Tres gracias, 2009
Diego Figueroa
Bolsas de nylon, plástico, papel, cintas adhesivas, goma, madera
170 x 70 x 50 cm
La piedad, 2009
Diego Figueroa
Bolsas de nylon, plástico, papel, cintas adhesivas, cajón de cervezas, cuchillo, zapatillas, pelota de cuero, arco de metal y sogas. 170 x 120 x 130 cm
La venus, 2009
Diego Figueroa
Bolsas de nylon, plástico, papel, cintas adhesivas
150 x 60 x 70cm
TEXTO
Este noche no
E sta noche no es el resultado de un trabajo conjunto entre Diego Figueroa y Edgardo Giménez. Es la confluencia de dos universos en una misma obra. Y es también un espacio de encuentro, una experiencia de diálogo.
Edgardo transita su vida entre la ciudad Buenos Aires y Punta Indio, un pueblo a 150 km de la capital. Para él todo puede ser una fuente de inspiración artística, porque a través de su mirada la realidad se trasforma. Si no le gusta lo que ve, lo modifica para hacerlo más vivible, más disfrutable. Edgardo cita a Mae West, famosa diva de Hollywood, que dice: – “En mi larga y colorida carrera, una cosa sobresale claramente: me han interpretado mal.” Interpretar su obra no es otra cosa que disponerse a pasarla bien, porque nos viene a recordar la belleza de las cosas. Y parte de su trabajo es no quedarse
en las limitaciones. Ni a la hora de pensar el mundo tal cual le gustaría, ni en las posibilidades de llevarlo adelante. No anteponer la negativa es todo un ejercicio, y un aprendizaje.
Diego comparte con Edgardo la misma pasión por el trabajo y la creación. Encara sus proyectos sin mezquinar energías, ni coraje, ni ideas. Se vale del humor para sostener una mirada crítica. Recrea, a través de sus esculturas, escenas cotidianas, aunque a veces extremas, de los barrios periféricos de Resistencia, Chaco, la ciudad donde vive. Se anima a jugar con los referentes más clásicos de la historia del arte, revisita esculturas como La Piedad, la Venus de Milo, El Pensador, para robarles sus posturas y ponerlas en la piel de los personajes que realiza con materiales de desecho, alambre y cinta de
embalar, y usa estos elementos con la máxima meticulosidad y sofisticación. Sus personajes, extraídos de la vida urbana más marginal y desprotegida, son enaltecidos por este procedimiento que los vuelve protagonistas de la belleza.
Quizás, lo que más acerca a Edgardo y Diego, es la actitud ante lo que perciben y su manera de accionar sobre esto, de crear, asumiendo los riesgos como parte del juego. No conciben el temor ni la especulación como características que tengan que ver con el arte. Lo estático, lo seguro, no les divierte. Por eso es que sin dudarlo, aún sin conocerse personalmente, aceptaron la propuesta de trabajar juntos.
La idea surgió a fines del año pasado: invitar a Edgardo a construir una escenografía para la obra de Diego. El trabajo empezó con Diego definiendo cada uno de los personajes. Después Edgardo trabajó sobre su contexto. Sorpresivamente (o no) y lejos de ser condescendiente, propuso un espacio dorado con arañas de caireles. Siguiendo el juego propuesto por Diego, de generar un contraste entre los personajes y el tema, Edgardo pensó el escenario más inesperado, aquél que consideraríamos incoherente, pero que, en esa misma tensión, emite un mensaje potente: ¿Por qué ellos no? ¿Por qué
esta noche no? En una fase posterior surgió la idea de incluir una banda de sonido en la instalación. Al músico convocado, Esteban Peón, se le propuso hacer una obra que fusione música clásica con cumbia, entre otros géneros que se fueron sumando posteriormente. Este procedimiento de trabajar con materiales ajenos, mezclarlos y redefinirlos, es el concepto de autoría que esta obra tiene en el todo.
Esta noche no trabaja sobre estos encuentros: entre dos artistas, entre generaciones, entre elementos desconocidos, entre geografías e identidades lejanas. Un espacio exagerado de lujo y brillo que convive con el dramatismo de los personajes de Diego, imágenes de un extraño collage, melodías de universos desencontrados y que sin embargo pueden convivir en una especie de fiesta. Y sin siquiera imaginarlo, asistimos a un espectáculo que sorprende, porque ambos mundos, antagónicos, se encuentran en un todo con una fluidez que da cuenta de la colaboración entendida como una entrega a jugar con las ideas del otro, y permitir la fusión de ellas con las propias.
El lugar de encuentro es, en definitiva, esa voluntad de celebración de la realidad, con todos sus elementos, sus contradicciones, matices, disonancias, contrastes, sin querer reducir la riqueza, sin ampararse en los juicios de valor que dicta el sentido común, para poder poner en escena un mundo que, no por ser del orden de los sueños, es menos real.
Laura Spivak